Muchas veces un anuncio en un
periódico puede hacer que nos transportemos a parajes insospechados o al menos
no planeados en un primer momento. Así comienza esta historia, una mujer
talentosa, llena de sabiduría y saber estar se traslada a un pueblo organizado
por personas que huyen de la era moderna, buscando la sabiduría de otras mentes
antiguas para trasladar una educación a las criaturas y que a través de una
vida artesanal se encuentran con los pequeños placeres de la vida.
Prudencia Prim tendrá un obstáculo en
su camino, una pequeña piedra que la hará zarandearse en sus principios,
valores, pero sobre todo en sus sentimientos. Y es que el punto de vista del
hombre siempre ha hecho mella en algunos corazones en los que sólo había que
rasgar la envoltura.
Lo curioso son las múltiples
conversaciones que mantiene con el comité femenino de la pequeña colonia
francesa de Irinois (que siempre tratarán de buscarle marido), con la madre del
caballero que le da trabajo, con el amigo con el que traba amistad, con los
niños que llevan el peso de la conversación porque ya están siendo educados y
construyendo sus mentes gracias a numerosos libros esenciales para la vida. Por
último, las conversaciones con el dueño de la casa, no sólo embelesan a la
protagonista por muchos encuentros y discusiones que mantenga sino que a las
lectoras nos engancha.
Hombre que carece de delicadeza,
sensibilidad, dominante, de fuertes y arraigadas creencias religiosas,
sutilmente complicado y más en relaciones amorosas. Aunque serio, comprensivo, inteligente, sabio
y protector.
Lo bonito es cómo una persona va en
busca de algo que no sabe, para acabar echando de menos algo que encontró y
aprendiendo más de una misma.
Uno de los pasajes que más me gustó
del libro es una conversación entre el hombre del sillón y la protagonista,
ella le acusaba de no tener sensibilidad y preguntándole si entre las lecturas
obligatorias para las personitas de la casa se encontraba “Mujercitas”, él no
lo había leído y no lo encontraba necesario. Tras una explicación razonada
Prudencia pensaba que era un libro útil para una mujer sobre todo, pero también
para un hombre, pues comprendería los sentimientos ajenos, lo que le haría más
sensible.
Si tuviese que elegir un personaje de
“Mujercitas”, claramente elegiría a Jo, no deja de luchar por sus sueños por
muchos pretendientes que tuviera y más en una época en la que lo importante era
tener un príncipe azul o aspirar a buenos casamientos. Enlazando con libros, “El
despertar de la señorita Prim”, hace alusión y recuerda a “Orgullo y prejuicio”.
Aquí también la autora es una mujer.
Natalia Sanmartín, es una joven
abogada y periodista (de tan bonitas carreras no podía salir un mal libro, esto
es una opinión muy personal). Ésta es su
primera novela. Sobre todo lectora, pero no de los contemporáneos sino de los
clásicos y eso se observa cuando la lees porque multitud de citas, libros y
documentos salen en escena, otra de las cualidades que más admiro en un libro. Adentrarnos
a su vez en otros paisajes, historias, épocas…
Tampoco es casualidad que el pueblo
se sitúe en el norte de Francia siendo ella gallega, a veces escribir sobre lo
que una persona conoce suele resultar más fácil, la similitud igual no es
casual.
Reivindica la conversación con uno
mismo, la relación con los demás, las cosas más sencillas, una vida simple que
en definitiva es la que todos anhelamos. Muchas veces alejarnos de lo conocido
supone un paso hacia el interior y un avance hacia lo que verdaderamente nos
hace felices. Lectora de novela inglesa
del s. XIX, se podría calificar como una más.
El nombre de Prudencia no sé si en sí
mismo es una metáfora dado que quizás la protagonista aunque puede que renuncie
a no hacerse cargo de lo que siente acaba cogiendo impulso y averiguando su
alma.
Otro pasaje interesante es el que habla
de la hipocresía de la buena educación, por no dar tu punto personal descubren
que estás mintiendo, por no ofender a la persona que nos habla de algo que no
nos interesa. Por el contrario, eliges el camino de agradar a ese alguien
aunque no compartas su punto de vista.
"Si el hombre no se emociona con la belleza, si no
cierra los ojos y pone en marcha los mecanismos de la imaginación, si no es
capaz de hacerse preguntas y vislumbrar los límites de su ignorancia, es hombre
o es mujer, pero no es persona; nada lo distingue de un salmón, una cebra o un
buey almizclero" Antonio G. Iturbe
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