sábado, 8 de febrero de 2014

El rapto del cisne




El rapto del cisne, novela que hace un guiño a la figura de Béatrice de Clerval a través de su personaje principal, Robert Oliver y un homenaje al impresionismo, la mitología, etc. Retrato de una obsesión, la del protagonista con una pintora de otra época que le lleva a atacar un cuadro y acabar encerrado en un Psiquiátrico, sin que eso le impida ser un genio en el arte de la pintura. Que sea un best-seller, una lectura menos amenizada que el anterior libro de la autora no lo discuto, pero a mí me ha encantado como nos adentra en los paisajes, en la mente del protagonista, en figuras y pintores que hasta ahora desconocía y que procederé a hablar de ellos. Personalmente, creo que es una delicia observar la mitología a través de un cuadro, transportarse al París de la época de Béatrice de Clerval, la observación contundente de un paisaje a través de los ojos de un pintor. La curiosidad de cómo una imagen puede trastornar la mente de una persona y a la vez dejar que fluya su genialidad, por otro lado.

La autora, Elizabeth Kostova, escritora americana de origen eslovaco, nos habló de la figura de Drácula en su primera novela, “La historiadora”, de la que conservo un cierto cariño, ya que la leí en el primer año de carrera,  me enamoré de Bulgaria y por otro lado, de Santa Sofía, a la que espero poder visitar en algún momento.

Esta segunda novela, gira en torno al cuadro de Leda y el cisne, “El rapto del cisne”, último cuadro que llegó a pintar la joven de los cuadros del protagonista, Béatrice de Clerval.  Por lo que he leído, este cuadro representa las pasiones y debilidades humanas, con una fuerte carga de erotismo y sensualidad. La versión popular del mito cuenta que Leda (esposa de Tindáreo, rey de Laconia en Esparta) era tan bella que Zeus la deseaba. Un día mientras paseaba al margen de un río se encontró con un cisne que estaba escapando de un águila, ella lo protegió y se dejó seducir por éste (Zeus transformado). Esa misma noche, también se unió a su marido. Debido a ello, puso dos huevos, de los que nacerían dos hijos inmortales de Zeus y otros dos mortales de su marido. La otra versión que es la que narra el libro, Leda es violada por el cisne mientras reposa desnuda en la hierba y luego sí, unida a la primera versión tendrá varios hijos. Uno de ellos será Helena de Troya.  Si se observan varias versiones de este pasaje a través de esculturas o pinturas, efectivamente sí denotan y transmiten bastante sensualidad, sin tener en cuenta lo que produce ver a un cisne en semejante situación.

Representa la carnalidad, el deseo, Katerina Spévakova e Irena Hosnová también lo han presentado como la libertad de la mujer en cuanto a su sexualidad, una oda al amor. Cuando leí este pasaje, a mí no me transmitió sensualidad, lo entendí como desgarrador, quizás por la sorpresa del cisne y en lo que en sí significa una violación; luego viendo las representaciones pictóricas, se aleja mucho esa sensación. Me hizo recordar la exposición que vi el sábado pasado en el Museo del Prado, “Las Furias”, quizás por esa imagen, grotesca, que yo misma me imaginé. Exposición que sin duda recomiendo, corta, pero intensa.



Según la muestra, “En España se conocieron como Furias a cuatro moradores del Hades greco-latino, al que había sido condenados por desafiar a los dioses: Ticio, cuyo hígado devoraba un buitre por intentar violar a una amante de Zeus; Tántalo, castigado a procurarse en vano alimento por servir a su hijo de festín a los dioses; Sísifo, condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus, e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera. Aunque su origen es clásico, María de Hungría le solicitó a Tiziano cuatro lienzos con estos personajes y luego en el Barroco, representó el horror.”

Dos de los cuadros que más me llamaron la atención, tal vez por su ubicación, pero también por su manera de contar su historia, fueron: “Prometeo encadenado” de Rubens y Snyder, muestra el castigo que le impuso Zeus a Prometeo, los expertos hablan de la plasticidad de Rubens. Mismo castigo que recibe “Ticio” en el cuadro de José de Ribera, en el que refleja muy bien el “phatos” del personaje, tal vez sea uno de los que más impresione. Observé que en muchas de las pinturas en torno a estos cuatro personajes, se representa la serpiente, en otros no. No sé si como muestra de la tentación por el acto del que se le acusa a cada uno de ellos y cómo en la historia de Leda no se alude en ningún momento a la serpiente, tal vez, por ser Zeus el causante del acto, ser inmortal.







El impresionismo del que nos habla la lectura, es un movimiento pictórico francés, que surge a finales del s. XIX. La historia de Elizabeth Kostova parte de este movimiento con la figura de Béatrice de Clerval y su tío Óliver Vignot, de ella sólo he encontrado sus numerosos retratos y se la comparaba con Mary Cassatt, ésta última nunca quiso llevar una carrera como artista, un poco lo que le ocurre a Béatrice de Clerval en esta historia. Los temas favoritos de Mary Cassatt fueron niños y mujeres, se la consideró alumna de Degas, perdió progresivamente la ceguera, debido a una pérdida parcial de visión, por lo que abandona la pintura. Gracias a ella se introdujo en Estados Unidos el impresionismo. 



Otra de las figuras que menciona la autora es Berthe Morisot a la que se le dedicó una exposición en el Museo Thyssen, hace un par de años. A esta pintora, se le negó el ingreso en la Academia de Bellas Artes, como ha ocurrido en otros oficios, por el mero hecho de ser mujer. Fue gracias a Manet, quién saco la pasión que llevaba escondida. Además de convertirse en su musa. Fue la primera mujer que entró a formar parte del grupo impresionista. Expuso con Monet, Renoir, Sisley, Pissarro, Degas. Pintaba en su propia intimidad, algo que no es raro en la época, mientras sus compañeros lo hacían en bares, parques, no es de extrañar que retratara la intimidad de muchas mujeres y además, lo hiciera en su propio espacio.



También hace mención a Pollock, artista estadounidense, famoso por sus técnicas en las que algunos críticos explicaban, cómo había llegado a un límite mental y físico, lo mismo le ocurre al protagonista de la novela cuando pasa noches sin dormir, pintando el retrato de una mujer de otra época a la que ni siquiera conoció, no sólo en lienzos, sino también en paredes.


Ese trastorno obsesivo-compulsivo es el que le lleva a Robert a dejar de ser consciente del tiempo que transcurre entre un cuadro y el siguiente que pinta, repetidamente. No es hasta que se investiga toda la historia de ese mito, el retrato de Béatrice, cuando Robert será libre.

Algunos detalles de la ficción: 

“Un cuadro debe encerrar cierto misterio para tener algún valor”

“Hay que marcharse de un museo antes de que uno empiece a confundir los cuadros que ha visto”

“Hay bastantes probabilidades de que todo lo que ha pasado alguna vez se almacene en algún lugar del universo, la historia personal de uno doblada y guardada en huecos y agujeros negros del espacio tiempo”

“¿Es lícito que consigamos lo que creemos que queremos?”

“Los matrimonios son como ciertos libros, una historia en la que, al volver la última página, crees que se ha acabado, y luego hay un epílogo, y después de eso tiendes a seguir preguntándote acerca de los personajes o imaginándote que sus vidas continúan sin ti, querido lector. Hasta que no te olvidas de ese libro, estás atrapado tratando de resolver qué habrá sido de esos personajes una vez que los has cerrado”

“Tan sólo tienes que asegurarte de que ella acaba tus pensamientos y tú acabas los suyos”

“Al final, pertenecemos a aquello que amamos”

2 comentarios:

  1. me dan ganas de leerla con tu pequeña introducción... siempre tú.. así es como te veo así es como te leo

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  2. Sin duda te la recomiendo...y nuevamente, muchas gracias por estar ahí!!!

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