“Los sentimientos se deslizan, a veces se refugian en guaridas de amor,
pero cuando emergen al aire preso o libre, dan el color del mundo, no del
universo inalcanzable sino del mundo chico, el contorno privado en que nos
revolvemos. Gracias a ellos, a los sentimientos, tomamos conciencia de que no
somos otros, sino nosotros mismos. Los sentimientos nos otorgan nombre, y con
ese nombre somos lo que somos”
(Mario Benedetti-Vivir adrede-)
Cuando salen a relucir, es todo
un descubrimiento, nos trasforman, nos hacen dependientes de ellos y aunque
queramos dejarlos pasar de largo, es imposible, están ahí y se van a presentar
cuando menos te lo esperas. Sacan aquello que escondemos, que dudábamos que
alguna vez fuera a presentarse. Son estados de ánimo o emociones, las segundas
se palpan, a través de neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y
la serotonina.
Por ello, experimentamos,
sentimos sensaciones. Da igual las veces que lo hayamos sentido, siempre
volvemos, por eso somos seres sociables, necesitamos expresarnos, comunicarnos,
pero también el tacto, la vista, el oído, fraguan el caldo que se va anidando
en nuestro interior hasta que decide emerger.
Cada cual, tiene los suyos. Como dice
Benedetti, nos reconocemos cuando los llevamos puestos de abrigo y nos definen,
porque cada persona siente a su manera, a su antojo, a lo que dicta su corazón.
Al final, siempre es el que manda.
Llegan al comenzar el verano,
como si el sol los invitara a salir a calentarse y si sobrepasan el punto de
ebullición, pueden suceder dos cosas: evaporarse o mojar a alguien. Todo
depende del tiempo de espera; no es lo
mismo que hiervan unos minutos, unos días, meses, estaciones o dejen de hervir.
No sólo influyen los sentimientos
en sí mismos, para que alcancen ese punto. Les afecta el medio en el que se
desarrollen, la presión atmosférica. Cuando se mastica la tensión no es fácil
que lleguen a buen puerto, por eso lo mejor es dejar que hiervan poco a poco,
de una manera relajada, sosegada.
Creo que si hay sentimiento, hay
voluntad. Como en esto, en todo. Poner pasión a una comida, a un retoque
fotográfico, a un trabajo. Probablemente, saldrá mejor que sin ese ingrediente.
Si buceáis por la red, encontréis
como en Inglaterra en los s. XVI y XVII se les consideraba apasionados, pero al
basar la moral en ellos, se acaba en la frialdad. Y en el s. XIX, existía la
escasez de sentimientos. O cómo lo que en realidad nos guía, es el interés. El interés
es un cierto amor hacia algo que te gusta hacer, no creo que mostrar
sentimientos o reconocerlos o dejarte llevar por ellos, signifique vivir a la intemperie,
no saber dónde vas a acabar y cómo. Ésa es una aventura que merece la pena
probar, si todo se supiese de antemano, probablemente nos atreveríamos a menos
cosas.
Si se tiene sobre la mesa lo que
queremos, lo que no queremos, lo que realmente nos apetece y seguimos siendo
nosotr@s mism@s, con nuestros sentimientos. Puede que tomemos conciencia de lo que
somos ahora y de lo que hacemos, para ello.
“Creo que la vida nos regala lo que nuestra actitud nos permite disfrutar”
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