sábado, 19 de enero de 2013

A Roma con amor (Segunda parte)





Siempre he escuchado que la ciudad de París es la ciudad del amor, no conozco París, pero conozco Roma y para mí, es la ciudad del amor o al menos una de las más románticas que existen. Aprovechamos bien nuestros cuatro días, desde por la mañana temprano bajábamos caminando por el Trastevere, creo que no nos quedó prácticamente ninguna Iglesia que ver, ningún resto romano que obviar, incluso fuimos a Ostia Antica (aparece en la película), que lugar tan bonito. Crypta Balbi, Termas de Diocleciano, Museos Capitolinos, Ara Pacis, Largo di Torre Argentina, Foros, etc. Entre mis compañeros hicimos una piña, fue muy divertido, aún recuerdo como la dueña de un restaurante nos hablaba de Almodóvar, cuánto cariño desprendía y ese helado.


Hubo otro momento en el que me emocioné y fue al contemplar “La Piedad”, pero es que a mi compañera le pasó lo mismo. Creo que me enamoré de cada uno de mis compañeros, de mi profesora y su pareja, de “La Fontana di Trevi”, que encima se acabaron las pilas de la cámara y no tengo ninguna foto allí, pero me enamoré de Roma. Tengo que volver porque tuvimos que elegir entre la Cúpula del Vaticano o entrar al Coliseo, después de tres días viendo Historia Antigua, necesitábamos más Renacimiento. 





Las emociones también pasaron por sentimientos de miedo, cuando cogimos un taxi, tras nuestra primera y última tarde relajada comiendo una pizza, llegábamos tarde al aeropuerto, yo iba sentada en el centro de los asientos traseros, creía que iba a salir disparada por la ventanilla delantera, no os exagero, pero si no llegó el taxista a 180 km/h anduvo cerca. Por suerte, llegamos sanos y salvos, tristes porque se acababa la aventura, pero vivos.

Nos hospedamos en un seminario, porque era lo más barato, veinticinco euros por noche, nos trataron fenomenal, teníamos nuestra habitación, muy religiosa, a veces daba miedo, cama rígida y muy alta. La ducha o salía helada o te quemaba, pero no tuvimos queja. Yo me perdí cinco veces en Roma. Varias en el seminario, era un caso perdido. Una noche acabamos en la azotea viendo en un viejo televisor, los programas televisivos de Roma, recordaban a las “Mama Chicho”.

Aquí tuvimos un patinazo con el idioma francés, eso o me estaban tomando el pelo claramente. Hablábamos de la limpieza de las calles, de lo limpios que son los españoles y los franceses, cuando le dije a mi amigo francés, que me había encontrado comiendo pipas en el metro a unos franceses y tirándolas al suelo. Pues me miró con ojos desorbitados, porque él no entendió pipa como lo que aquí es un fruto seco, sino que entendió “Faire une pipe”, ahí os lo dejo, los tres nos reímos bastante.

De los viajes siempre se sacan momentos bonitos, “Vive de instante en instante, porque eso es la vida” ( Facundo Cabral).

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