viernes, 13 de julio de 2012

Galicia


Tierras altas, al norte, punto al que hay que seguir, parajes verdes de frondosos bosques, húmedo y soleado. De frente, el monte con sus altos eucaliptos, laurel que adereza los potajes, vacas y cabras pastando. Burros carreteando, cuestas, subidas y bajadas, carreteras que cruzan, separan las casas de tejados con pizarra. Detrás, la más larga playa, con sus dibujadas rocas y piedras descubiertas por el mar.

Aventuras y ensueños vividos en la arena, cuando acontece el viento se queda en soledad, vacía y misteriosa. Sus aguas son frías como el hielo, valiente aquel que se adentra, bravo oleaje nos indica su bandera amarilla, precaución al visitante, poderosa fuerza que cobra el agua.

Caminos llenos de hierbabuena, aquí llamado infante, ortigas, cardos y manzanilla silvestre. Zarzamoras que dan sus frutos al final del verano y no falta la mora en los desayunos, postres, dulce sabor, pepitas, negras manchas al madurar.

Grandes paseos alrededor de la costa, propios de hacerse en bicicleta o caminando, recorren esta naturaleza viva, digna de ser vista, fuentes de las montañas que alimentan los árboles y maleza. Paseo de los enamorados, con su puesta en escena, la gran cascada, rutas a caballo y buen comer, ingredientes que nos hacen repetir año tras año.
Las catedrales suenan a barroco, pero no es más que piedra escarpada a lo largo de la arena, haciendo entre sus huecos grandes puertas que al bajar la marea se observa su grandiosidad. Patrimonio natural, entre Galicia y Asturias, es una foto obligada en este punto de la geografía.

Viajes en coche, por carreteras comarcales, visitando las aldeas, pueblos y puertos. Libertad y magnificencia entra por las ventanas, largos kilometrajes recorridos, sola o acompañada. Zorros, ciervos, gatos, perros y conejos, fauna en su extensión. Peces en horas de pesca, si hay suerte, algún pulpo, plato típico por estas lindes. Así es Galicia y sus orillas, vertiente que da al Cantábrico, frío pero con respeto. Lugar para soñar y para endurecerse, tierra de meigas, duendes, rituales celtas los envuelve.

Dos grandes fiestas, en julio el Carmen, lo cubre su manto de flores, trabajadas durante toda la noche y el gran San Lorenzo en agosto, fuegos artificiales acompañados por música, dan paso a la movida, cuesta llena de bares, la taberna que nos endulza con sus cafés, recuerdo de Mamá Figueira.

Trabajo de campo, buena comida y ese acento dulce, envuelve a sus gentes. Amables y atentos, encanto desprendido, dan lugar a las más variopintas historias. Compartiendo sus paisajes, veranos que transcurren deprisa, alegría cuando llegas, tristeza cuando te vas. Cosas pasadas, churrascos los domingos en familia, fotos de recuerdo, el pelo aclarado, la piel oscurecida y la voz acentuada. Muchas formas de llegar, unas más largas que otras, dos trenes, no son buen síntoma sólo si exceptuamos lo que ven los ojos. Autobús de malas condiciones, cansancio asegurado, lo compensa la mantita, amplitud de cama y la brisa norteña. Buena elección cada verano…

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