Viernes noche, pantalla gigante,
golosinas, miradas, risas y sobre todo expectación. Así, nos encontrábamos una amiga
y yo esperando a ver la segunda parte de la historia de Federico Moccia, pero a
la española, la verdad que de lo que realmente teníamos ganas era de ver frente
a nuestros ojos al chico más maravilloso del elenco actual de actores
españoles, sí, estoy hablando de Mario Casas.
No voy a describir lo guapo que
es porque es rallar lo evidente y aunque suene a tópico, además de guapo está
demostrando ser un buen actor, su novia María Valverde (La Flaqueza del Bolchevique)
y su otra compañera de reparto, Clara Lago (Primos), me encantaron, sobre todo
esta última, el papel que tenía designado le iba como anillo al dedo y centrándonos
en la historia de H, Babi y Gin, me quedo con ésta última, es un personaje con
más fuerza, divertida, fresca y muy compatible con H.
Evidente que no es una película
del tipo “La lista de Schindler”, vamos la temática, nada que ver, puede que ésta
esté dirigida al público hormonado de las adolescentes, pero no hay nada como
ver estas historias en verano y dejar volar nuestra imaginación. Yo me he leído
los libros y por supuesto, iba a ver las películas, he salido del cine con ese
regustillo de satisfacción, bobalicona, no sólo por el actor, sino también por
la historia, porque las segundas oportunidades pueden salir bien, canto a la
esperanza, que tontería, todas queremos un chico que se le asemeje en nuestras
vidas, pero lo cierto es que abundan pocos y los que hay, se pierden con el
tiempo.
Mi amiga y yo, como quinceañeras
nos deseábamos soñar con el actor en cuestión con tan mala suerte que yo soñé, con
mi primer amor y ella repitió las escenas más subidas de tono. Las hay con
suerte y yo rescato historias que están mejor dormidas, no por nada, pero ahora
era el momento de Mario.
El sábado fue momento de
celebración, cumpleaños de otra amiga, estuvimos cenando en Los Arrieros, la
terraza daba a una calle con poca luz, transportadas a otra galaxia, relajadas,
conversando, cayó una sangría y tres raciones, pulpo a feira, huevos
estrellados y por último, langostinos al ajillo con setas, resultaron ser
champiñones. Más tarde, mojito en uno de los lugares que más me gusta para
salir por Huertas, por la música, sobre todo, Fin de siglo, música ochentera,
con la que además de mover las caderas puedes permitirte el lujo de mantener
una conversación y escuchar sus palabras. Buscamos un Karaoke para rematar la
noche, pero no lo encontramos, dimos la vuelta a la manzana para acabar en el
mismo sitio del que partimos, me hizo mucha gracia.
Fuimos a otro sitio ochenteno y
se acabó la noche.
Fin de semana completo, ahora
toca hacer maletas, dos para ser más concretos, pero para dos meses de vacaciones, te tienes que
llevar media casa. Me recuerda a cuando era pequeña, viajes tan largos para tan
largo tiempo, volverlo a repetir me parece imposible. Va a ser emocionante
porque además el viaje es en tren, es un medio de transporte bonito, las
mejores historias, anécdotas, se cuecen en los vagones, tan sólo habrá que
buscarlas.
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