domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Contamos o no?





¿Cuántas veces habéis escuchado decir, yo esperaba que me llamaran, que sintiera algo por mí, que se preocupara por mí, que me hiciese un regalo o que estuviese ahí? Ejemplos, hay de todos lo colores, gustos, sabores, pero siempre que emitimos algunos de esos ejemplos, muy pocas veces nos damos cuenta de lo que hacemos nosotros.  Porque no siempre somos tan cumplidores, muchas veces se nos pasa por alto que tenemos que estar pendiente de otra persona, por el simple hecho de que estemos ocupados, se nos olvide o dependamos de otros problemas. Cierto es que con cierta personas, quizás no deberíamos olvidarnos, pero el deber, es una palabra que al final implica obligación, pero lo que también es cierto es que ser exigente, requiere mucho trabajo, mucha energía y no todo el mundo es perfecto, todos acabamos haciendo nuestra vida y hoy en día, a pesar de lo fácil que es comunicarse con una persona, estamos a muchas cosas a la vez, esto es malo, porque puede deteriorar las relaciones, es más importante las personas, pero tampoco es un delito, considero que el restarle importancia a las cosas, es un buen ejercicio de relajación, de buena conducta y positivo.

Una vez leí en el libro, “El blog del Inquisidor” de mi escritor favorito, Lorenzo Silva, algo que me llamó la atención y que creo que tiene mucha razón y que pasaré a resumir a continuación, en concordancia con las líneas anteriores.
 Él, distinguía clases de personas en dos grandes grupos: los contables y los pródigos.

Los primeros, como su nombre indica son los que llevan la cuenta de todo, tanto de lo que hacen los demás, como lo que hacen ellos mismos. Y lo que esperan es que todo tenga su contrapeso, es decir, yo te doy, siempre que tú me des a mí después. No todo es negativo, también nos explica que son personas con mucho sentido del orden, la justicia y siempre van a querer corresponderte, detallistas y organizativos. También pueden ser intransigentes y avaros.
Los segundos, los llama, los pródigos, no llevan la cuenta ni de lo que hacen, ni de lo que les hacen, son malos para corresponder. Pueden ser brillantes, creativos, ocurrentes, generosos, apasionados, no miden el afecto, ni la amistad. Pueden llegar a ser descuidados, precisamente por no llevar la cuenta y exponerte a experiencias desagradables, en algún momento se comportan de forma temeraria y no son buenos administradores.

Se puede tener de los dos, pero a la hora de las grandes crisis o encrucijadas, predomina uno de los dos. Pienso que está muy bien definido, es cierto que la mayoría de personas somos así, siempre predomina una de estas dos vertientes. Si tuviera que definirme, no sé por cual sería la acertada, hace años creo que hubiese optado por la de contable, con los años, la madurez, la despreocupación y el pasotismo hacia ciertos detalles que creo que no tienen la suficiente importancia, me han podido llevar a considerar la otra vertiente, pero eso no indica que no sea detallista, simplemente considero que cuando se espera algo de alguien, hay que pensar en lo que nosotros hemos hechos anteriormente, no en el momento actual en el que lo exigimos, nos enfadamos; evitaríamos disputas y todo sería más sencillo.

Porque la vida está para disfrutarla, hacerla más fácil a los demás y a ti mismo, no hay nada como preguntar en el momento y si no, como los trenes, se pasó la oportunidad, por lo tanto, nos toca olvidarnos.

Como dijo uno de los grandes, “No estoy en este mundo para vivir tus expectativas y tú no estás en este mundo para vivir las mías” (Bruce Lee).


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