Lo que voy a contar a
continuación, es totalmente verídico. Sé con algo de certeza que no volveré a
tener novio hasta el 2050, más o menos, por esa fecha las personas que me lean
se les habrá olvidado lo relatado en estas líneas.
Todo sucedió cuando tenía quince
años, durante esos años yo era una persona bastante inocente y hacía las cosas
según me salían y cuando tenía ganas, no es que ahora no lo haga, pero se
piensan más las decisiones, se tienen más problemas y mayores prejuicios, las
cosas que son naturales, nos las tomamos como si no lo fueran.
Estaba en casa de mi vecina, por
aquél entonces éramos íntimas y aprovechábamos cada sábado, para jugar en casa
de la una o de la otra, estando en plena conversación sobre a qué dedicar
nuestro bonito tiempo, me hizo una llamada la naturaleza, pensé en acudir a mi casa, puesto que yo
vivía en un bajo y ella en un segundo, pero era tan repentino que no me daba
tiempo, así que fui a su baño, nuevo, bonito, limpio, para esos momentos, lo
agradeces infinitamente.
El problema llegó cuando finalicé
mi tarea y tiré de la cadena, aquello no se iba, mi acto reflejo fue volver a
tirar de la cadena y nada, no sabía qué podía hacer, mi mente estaba nublada y
presa del pánico, estaba en la casa de mi vecina, así que acudí a ella. Muy
resuelta, se dirigió al baño y decidió tirar de la cadena, pero aunque era la
tercera tirada, aquél sujeto seguía instalado en su inodoro. La solución, está,
pensó mi amiga en acudir a mi hermana, Licenciada en Matemáticas, sin lugar a
dudas, nos iba a sacar del atolladero, con sus cálculos, pensé yo. Mi vergüenza
iba en aumento, claro, en ese momento pensaba que sus cañerías eran peores que
el sujeto instalado recientemente y que no habría fontanero que desatascase
aquello.
Su hermana vino y volvió a hacer
lo que en anteriores veces, se había hecho, tirar de la cadena, a nadie se le
ocurrió echar más agua, no, para qué. En esos momentos, se asoma su madre, ya
éramos cuatro personas mirando la taza del WC y no habíamos solucionado nada,
la madre se va a la terraza y coge la escoba, le da la vuelta y empieza a
empujar hacia el inodoro, esto, en ocasiones de emergencia, puede ser la
solución, pero nada de nada. Yo ya no sabía que hacer, eran tres miembros de la
familia que se habían enterado del percal y ya, el que faltaba, su padre. Yo
mientras tanto esperaba fuera, a ver que iba a hacer, decidí, llegado ese
punto, que debía marcharme a mi casa, me despedí y ahí les dejé en su baño,
admirando la proeza, vamos. Ni que esto no le sucediera a nadie nunca.
Tuve que escuchar mofas de mi
amiga sobre potencia de culo y cosas por el estilo, pero no es mi problema que
su sistema de fontanería no estuviera preparado, ni tan siquiera había comido
kebah, ni hamburguesa, ni cosas por el estilo, en mi casa cuidamos bastante la
alimentación. La verdad que ahora lo recuerdo como una buena anécdota, eso sí,
al día siguiente en su casa, en el mismo baño al salir, me preguntó, qué tal me
había ido, como si hubiese realizado una prueba o hubiese salido de una
operación.
Como dije al principio, es
difícil que el lado masculino lo entendiese, por aquello de que “las chicas no
cagan”, aunque igual me sorprendería, lo que está claro es que lo que se planta
bien, bien plantado queda. Y estas cosas, siempre, siempre se recuerdan…
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