Junio, sol, ha llegado el verano.
Bonita la claridad del día y la noche limpia, pasear por las calles de Madrid,
tranquilamente, disfrutando de los edificios, de la brisa de una ciudad viva a
borbotones.
Bonito, fue vivir un partido
España-Francia, gran emoción, la adrenalina subía antes y después de cada gol,
gente que olea su bandera en grandes ocasiones como ésta. Sólo lo descubres en
los bares, espuma que sube, pistacho que salta, alabanzas y decepciones,
cánticos, bailes, conversaciones por encima del sonido, risas. Algunos
aclamábamos nuestra posición como se merece, esperando que los comentaristas no
nos acusaran de dopaje, claro que en balón pie, siempre es difícil.
Lo que más me gusta de estas
ocasiones, son que aprovechas para
reunirte con amigos, familiares, compañeros y se junta la complicidad con las
ganas de pasarlo bien. A pesar de que España lleva la tasa de desempleo de la
zona euro a un récord del 11% y nunca debemos olvidarlo, sobre todo a la hora
de salir a la calle y reclamar nuestros derechos. Una cosa no quita la otra, si
tenemos que animar a nuestro equipo y sentir nuestros colores, pero no solventa
el paro, los recortes, la gran crisis que no remonta y los trabajos tan
precarios que no están ofreciendo. Vives un momento delicioso, alegre, pero
tienes que sumar muchos otros con los que luchar y no nos lo están poniendo muy
fácil.
La noche continúa, picoteas en
bares claves de tu ciudad, no hay nada como tomarse unos buenos champiñones con
jamón y acompañarlos con una cerveza fría, rebosante, negra o rubia, no vamos a
poner objeciones. Asientas el estómago, sigues caminando y decides llegar a tu
destino, un gran local, con buen ambiente, buena música, tranquila, donde
además de poder moverte, puedas apreciar una buena conversación, siguen las
risas, vuelves a salir para dirigirte al lugar donde darás todo de ti, bailando
con canciones conocidas, otras por conocer, siempre con abanico en mano, pues
el aire acondicionado no está de moda en estos ambientes.
Ésta es la parte en la que
contoneas tus caderas al ritmo de la noche, como dice la canción, miradas,
acercamientos, contactos y despedidas. Llegan los viajes, los búhos nocturnos
que en mi caso, lo comparo como un viaje al norte de la península, turismo a
altas horas de la noche, paseo de larga duración.
Lo mejor del día o de la noche es
que nunca sabemos lo que nos espera, yo iba a ver un partido y terminé con un
sarandonga, grandes estos momentos, vividos con gran intensidad, lo más
importante, siempre hay que dejar el listón alto porque nunca sabemos cuando
volverán a ocurrir. Experiencia muy recomendable, sobre todo en las noches de
verano. Luces, sueños, chispas…
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