Cuando te llaman para una entrevista de trabajo sientes tal
satisfacción que crees que todas esas horas sumergida ante páginas laborales,
han merecido la pena y es cuando empiezas a soñar…
Todavía no sabes en qué va a consistir tal prueba, ni
conoces las condiciones, ni los requisitos, pero tú ya has hecho tus cábalas,
ya tienes la sartén por el mango y empiezas a desarrollar una serie de
secuencias en tu cabeza que alineadas, crearán una posible historia con final
feliz.
Esa historia comienza con la prueba en la que te han
requerido y termina con una jornada laboral satisfecha, una mensualidad en tu
cuenta bancaria y como no, esos sueños por fin cumplidos, viajes, compras,
tardes de cafés sin ese miedo a gastar más de la cuenta. Y es que nuestra mente
siempre viaja hacia delante, le gusta adentrarse en lugares recónditos que
algún día serán conocidos. Esa expectativa que tan sólo uno sabe crearse ante
noticias como ésta.
Se nos asemeja a citas con ese chico que conociste en un
bar, pero que no creerías que llegaría el día en que profundizases en sus
secretos. Y ante estos grandes dilemas tu estómago ya tiene su propia
predisposición, agarrotamiento, picor, nervios, tembleque. Pero, hay otra forma
de afrontarlo, ésa se llama gallardía, valentía, no tienes nada que perder,
siempre tienes la opción de decir que no y seguir buscando. Priorizas, ante las
secuelas que te pueden o no dejar, esos momentos. Tú decides, siempre lo haces.
Mañana tengo una entrevista, dejaré que decida mi cabeza, mi
corazón y siempre mostraré mi mejor predisposición, ante ese reto que es nuevo
hoy, pero que será bien sabido dentro de un mes. Aunque cabe la posibilidad de
que no siempre salga bien aquello que esperamos, tenemos la certeza de que
siempre podemos volver a intentarlo.
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